Después de un vigorizante licuado de fresa con plátano en la jugería Canadà, ví como Ray Anderson, tal vez el mejor trombonista de nuestra era, llenaba su trombón con agua para hacer sonar notas burbufantásticas mientras en el suelo, después de tocar la batería con los talones de sus botas cafés y con una toalla apenas empapada en sudor, Han Bennink, un baterista a quién le niegan la estancia en manicomios, insertaba una baqueta en su boca para llevar el ritmo de lunáticas e increíbles melodías improvisadas de sonidos indescriptiblemente fastuosos que alborotaban al público que asisitió ayer al Teatro de la Ciudad.
Acompañando a estos dos locos de la música estaban otros dos locos de la música; en la guitarra, un punk del jazz, el icónico guitarrista neoyorkino, Marc Ribot y en el contrabajo el espíritu de Charles Mingus en el cuerpo de Greg Cohen. Todos por primera vez juntos e infectados con la misma jeringa que tal vez uso Miles Davis para Bitches Brew. Fue espectacular, de la impresión me salió un ganzo de cada ojo.
www.rayanderson.org
www.hanbennink.com
www.marcribot.com
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