Hoy tengo ganas de escribir acerca de la película que ví ayer, Inception, del mismo director que nos sorprendió con la narrativa despedazada-laberíntica de la película que lo lanzó a la fama internacional, Memento, para después aburrirnos con su pésima versión del inicio de Batman y una película sobre un mago pero para luego redimirse plausiblemente con una de las mejores cintas que se han hecho sobre súper heróes, The Dark Night, hablo del londinense Christopher Nolan.
Inception, como lo dice la pequeña sinópsis de La Jornada, "es una costosa, costosísma diría yo, película de acción con transfondo metafísico" que con sus increíbles efectos visuales generados por computadora y cámaras de alta velocidad, trata de esconder las graves fallas narrativas de la historia, el insoportable score y las planísimas actuaciones.
Leonardo di Caprio en el papel de Leonardo di Caprio es un ladrón de ideas, ¿cómo lo hace? pues metiéndose a los sueños de los demás, al merito subconsciente, bueno, para no hacerles el cuento largo, lo que quería comentarles es que pese a su fallido intento de hacer una historia del sueño en el sueño dentro del sueño, Inception ejemplifica (de manera muy ovbia y con recursos millonarios) eso por lo que el cine es grandioso: la manipulación del espacio y el tiempo.
Lo raro de la película y lo mejor es que promueve la utilización de drogas duras (disfrazadas de sedantes provocadores de sueños) como medio para alejarse de la realidad y construirse una nueva, basta mencionar la escena donde entran a lo que parece un fumadero de opio; luz tenue, silencio, literas, donde todos los presentes están conectados a una máquina suministradora de un sedante químico que les provoca horas de sueños increíbles con tan sólo dormir diez minutos.
Lo demás son balazos y cursilerías del personaje principal, un egoísta di Caprio que sin importar los métodos y las consecuencias trata de encontrar su redención por haber inseminado la idea del suicidio a su mujer.
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