martes, 31 de enero de 2012

Hoy sería el cumpleaños de mi abuelo.

El día que nos avisaron que había muerto, todo el día con la piel de gallina y como en un estado de shock me estuvieron pasando por la cabeza puros episodios bonitos que compartí con él; me gustaba un montón cuando nos llevaba a las canchas de fútbol de la unidad habitacional donde vivía, pateaba el balón bien padre, con fuerza.

Nunca supe su color favorito, pero me fascinaba una historia que me contó como en tres ocasiones y que luego afectara el rumbo que tomaría mi vida: Mi abuelo era militar y estuvo encuartelado en diversos lugares, en uno de ellos, Ciudad Valles, iba todos los fines de semana al cine, en una época donde me imagino estaba la misma película en cartelera más de un mes, únicamente a mitigar el calor, pues era el único lugar en donde había aire acondicionado. Yo ahora me dedico a reparar sistemas de ventilación.

Me vienen a la memoria unas frutas de ónix que hizo y luego le regaló a mi mamá, estuvieron en mi casa muchísimo tiempo, en un frutero de mimbre, también me acuerdo de la foto donde está feliz convirtiendo esas piedras en frutas.

Me gustaba cuando era taxista y nos iba a visitar a la primaria a mi y a mis hermanos a la hora del recreo, nos daba el cambio que le sobraba para comprarnos cosas que nuestros papás no nos dejaban comer, a veces hasta les tocaba a nuestros compañeros.

Lo recuerdo con su envidiable sudadera anaranjada, muy temprano recolectando ciruelas en su casa de Zacatlán de las Manzanas, bonito y tranquilo lugar donde él nació.

Me acuerdo de la clave del raro sistema de seguridad que tenía su Caribe café la cual siempre manejaba con precaución y siempre lucía impecable, dos de sus hijos tenían autos idénticos sólo que de colores distintos.

Recuerdo con impotencia la vez que unos hijos de la chingada lo asaltaron en la puerta de su casa y lo golpearon, ojetes de mierda.

Me parecía que era un señor muy importante cuando íbamos a ponerle gasolina a su Caribe en una gasolinera exclusiva del ejercito, no pagaba, lo conocían y lo trataban muy bien. También nos llevó un día a la conmemoración del día de los niños héroes y vimos a otro ojete de mierda: Miguel de la Madrid. Aunque mi abuelo fue militar yo ya siempre lo conocí más partidario de la izquierda quejándose de los sistemas políticos que le tocaron y dándole la razón a mi papá o a mi mamá cuando hablaban de política y de injusticia social, hasta llegó a cuidarnos junto con mi abuela cuando mis papás iban a las marchas para tratar de quitar al esperpento ese de mujer monstruo que aún dirige el sindicato de maestros.

Cómo olvidar la noche en que nació uno de mis hermanos, llovía, era agosto y nos perdimos en Ciudad Satélite dando vueltas en círculos y en sentido contrario en su Caribe, íbamos escuchando a las Flans cuando un policía de tránsito nos detuvo, mi abuela hizo que nos guiara al hospital donde nació mi hermano, unos días después estábamos mi abuelo y yo en el cuarto de mi nuevo hermano escogiendo su probable nombre, ese día lo tengo muy presente.

Una vez salió en una fotografía de su periódico favorito, el Excesior, comprando pan en su panadería predilecta, Elizondo, mi abuelita recortó la foto y la puso debajo de un cristal en el mueble donde iba la caja del pan.

Era ateo, le iba al Atlante, le gustaban los boleros y escuchaba El Fonógrafo. Feliz cumpleaños Cole.


Espero no olvidarlo nunca, pero lo que si quiero olvidar es su rostro sin color, flaco, e inerte que tenía el día de su cremación.

Gracias por los calcetines más bonitos que jamás nadie me ha regalado.

2 comentarios:

carretillaroja.blogspot.com dijo...

Qué chingón eres Arturo, que la vida te lo premie.

ana dijo...

Gracias, que linda celebración